Puentefuente
Capítulo 1.
Era un atardecer primaveral.
Un joven, bajo la puerta
Oeste de la capital Rakuyou de Tou(1), observaba vagamente el cielo. El joven se llamaba Toshishún. Hijo de un hombre adinerado, había
gastado toda su fortuna y su estado era tan lamentable que no tenía ni lo más
indispensable para vivir.
Por aquel entonces
Rakuyou era la más floreciente de
las ciudades del mundo. Incomparable con ninguna otra, por sus avenidas se
observaba el ir y venir de gentes y carruajes. La luz del sol poniente, del color del
aceite, cubría la pared de la Puerta.
Sobre ella se proyectaban continuamente las sombras de los transeúntes:
el sombrero de paja de un anciano, la cuerda colorada de un caballo blanco y el
pendiente de oro de una mujer turca.
Era tan bello como si se tratara de un cuadro.
En contraste con esta
escena, Toshishún seguía mirando vagamente al cielo, apoyado sobre la pared de
la Puerta. Podía ver la luna muy
reducida, como si fuera el resto de una uña que quedara flotando. Veía su silueta blanca por entre la
bruma que se movía lentamente.
-Está a punto de anochecer y
tengo hambre. No habrá ninguna casa
que quiera acogerme donde poder dormir.
Quizá fuera mejor tirarse al río que vivir humillado en mi estado.
De esta forma reflexionaba
cuando misteriosamente apareció un anciano tuerto que se detuvo delante de
él. Su cuerpo, iluminado por la luz
del atardecer, proyectaba una sombra grande sobre la puerta. Mirándole fijamente le preguntó:
-¿En qué piensas?.
-¿Yo?. Estoy pensando qué
voy a hacer sin ningún lugar donde pasar la noche.
Toshishún contestó
sinceramente pero bajó la mirada, avergonzado, por la repentina pregunta del
anciano.
-¡Qué pena!
El anciano estuvo
pensativo durante un rato y después
le dijo, señalando la luz del atardecer que iluminaba a los transeúntes:
-Ponte ahora mismo frente al
sol poniente. Cuando tu sombra se proyecte sobre el suelo, fíjate bien para ver
en qué punto da la sombra de tu cabeza. Ese es el lugar donde tienes que cavar
esta medianoche. Encontrarás oro
suficiente para llenar un carro.
-¿De verdad?
Toshishún se quedó tan sorprendido que levantó la
mirada pero el anciano había desaparecido tan misteriosamente como unos minutos
antes había aparecido. Por ningún
lado vio su cuerpo ni su sombra. En
cambio, la luna irradiaba una luz más blanca que antes y dos o tres murciélagos
revoloteaban con ganas de salir cuanto antes de allí.
Capítulo 2.
Toshishún se convirtió en un
solo día en el hombre más rico de Rakuyou.
Había hecho lo que el anciano le indicó: esa medianoche cavó
discretamente en el punto en el que se proyectaba la sombra de su cabeza y
descubrió gran cantidad de oro, suficiente para llenar un carro de gran tamaño.
Enseguida compró una casa
lujosa y empezó a vivir por todo lo alto igual que el emperador Genzou
(2). Ordenó que en su casa se
comprara el licor de Ranryo, las carnes se encargaban en Keishuu y mandó
también que en su jardín se plantaran begonias que cambiaran de color cuatro
veces al día y que se soltaran diez pavos reales blancos. Coleccionaba piedras preciosas, vestía
trajes confeccionados con las mejores sedas, encargó construir un carro con
madera perfumada y sus sillas estaban hechas con marfil…En fin, si se
describieran con detalle los lujos entre los que vivía, no acabaría nunca esta
historia.
Pronto se extendió la
noticia de la vida tan lujosa de la
que disfrutaba. Entonces, amigos
que anteriormente ni siquiera le saludaban cuando se lo encontraban por la
calle, comenzaron a visitarle asiduamente, de día y de noche. Las visitas aumentaban día a día y
transcurridos seis meses no quedaba ningún personaje conocido por su talento o
por su belleza que no hubiera visitado la casa de Toshishún. Organizaba fiestas por todo lo
alto. En una ocasión, en el
transcurso de una de estas fiestas, Toshishún bebía vino importado de occidente
en una copa de oro. Mientras
contemplaba la actuación del mago Tenjin, que se metía una espada por la boca,
Toshishún disfrutaba de la compañía de 20 mujeres que tocaban alegremente la
flauta y la cítara japonesa (3).
Diez de ellas adornaban su cabello con una flor de loto hecha con
piedras preciosas verdes y las otras diez llevaban flores de begonia hechas con
piedras preciosas tricolores.
Pero, como es lógico, la
riqueza no es ilimitada y transcurridos dos años comenzó a faltarle el dinero
para vivir con semejante lujo.
Tanto fue así que los amigos que le habían visitado a diario, dejaron de
hacerlo. Ni tan siquiera le
saludaban cuando pasaban cerca de su casa.
La situación llegó a tal punto que en la primavera del tercer año
Toshishún volvía a ser un vagabundo.
No tenía dónde dormir y no había nadie que ni tan siquiera le ofreciera un
vaso de agua. Así pues, un
atardecer regresó de nuevo a la Puerta Oeste de Rakuyou. Estaba de pie, contemplando el
cielo y le ocurrió lo que ya le
había ocurrido tres años antes: apareció misteriosamente el anciano tuerto.
-¿En qué piensas?- le preguntó.
Cuando Toshishún reconoció
la cara del anciano, bajó la mirada avergonzado sin contestar. Pero el anciano repitió amablemente la
pregunta. Toshishún respondió con
miedo:
-Estoy pensando qué voy a
hacer esta noche porque no tengo sitio donde dormir.
-Es una pena. Te voy a dar un buen consejo. Ponte ahora mismo a la luz del atardecer
y fíjate bien dónde se proyecta la sombra de tu pecho. Ese será el punto en el que tienes que
cavar esta medianoche. Quizá
encuentres oro suficiente para llenar un carro.
Cuando el anciano concluyó
su consejo, desapareció de nuevo como la espuma entre la muchedumbre que
abarrotaba la calle.
Al día siguiente Toshishún
volvía a ser el más rico de la
capital. De nuevo en su casa se
vívía con el mayor de los lujos: las flores de begonia, los pavos blancos, el
mago de Tenjin tragando la espada…todo era como antes. Y como antes fue el resultado porque transcurridos
tres años Toshishún había gastado por completo el oro que cabía en el carro.
Capítulo
3.
-¿En qué piensas?
El anciano tuerto estaba de
nuevo delante de él. Por tercera
vez le hizo la misma pregunta. De hecho, Toshishún estaba bajo la puerta Oeste de Rakuyou, en pie,
observando la luz de la luna creciente
entre la bruma.
-¿Yo?. Estoy pensando qué
voy a hacer esta noche porque no tengo sitio donde dormir.
Ah. Es una pena. Te voy a dar un buen consejo. Ponte bajo
la luz del sol y fíjate el punto en el que se refleja tu tripa. Ese es el lugar
en el que tienes que cavar esta medianoche. Encontrarás oro… Toshishún levantó la mano interrumpiendo
al anciano.
-No, ya no me hace falta el
dinero.
-¿No quieres dinero?. Así
que, finalmente, te has hartado de vivir lujosamente…
El anciano lo observaba con
cierta desconfianza en sus ojos.
-No, no lo estoy. No estoy harto de los lujos pero siento
desprecio por el ser humano- contestó ásperamente con cara de insatisfacción.
-Es muy interesante lo que
dices. Dime qué es lo que ha hecho
que mires con desprecio a los seres humanos.
-La gente es inhumana. Si
tengo dinero vienen lisonjeros y sumisos.
Pero cuando me quedo sin dinero no me muestran ni tan siquiera una
sonrisa. Así que aunque me volviera
millonario de nuevo, no me serviría de nada.
-Ah. Aunque eres joven eres
un hombre muy sensato. ¿Entonces,
desde ahora, vas a vivir felizmente sin dinero?.
Toshishún vacilaba. Tardó en contestar un momento tras lo
cual alzó la mirada con determinación y dirigiéndose al anciano le suplicó:
-Tampoco podría vivir
así. Me gustaría aprender su magia,
siendo discípulo suyo. No me diga
que no es usted un mago ermitaño (Sen-nin). Si no lo fuera no habría podido
convertirme en una sola noche en un millonario. Le suplico que me acoja como su
discípulo y me enseñe las técnicas de la magia, por favor.
El anciano estaba callado y
frunciendo el entrecejo, parecía que pensaba algo. Tras esbozar finalmente una sonrisa le
contestó:
-Tienes razón. Soy el mago ermitaño que vive en el
monte Gabi. Me llamo
Tetsukanshi. Cuando ví por primera
vez tu cara me pareció que eras un hombre sensato. Por eso te dí dos oportunidades. Si tanto deseas ser un mago ermitaño, te
permito que seas mi discípulo. De
esta forma le recibió como su aprendiz.
Antes de que el anciano
hubiera terminado de hablar, Toshishún estaba tan emocionado y contento que le
daba las gracias una y otra vez, inclinando la frente sobre la tierra.
-No tienes que darme las
gracias porque aunque seas mi discípulo, no por eso vas a conseguir ser un mago
ermitaño. Eso dependerá de tu
propio esfuerzo. De momento, vente
conmigo primero al monte Gabi. Por
fortuna, aquí hay un palo de bambú.
Con él cruzaremos el cielo rápidamente.
Tetsukanshi cogió el palo de
bambú verde y comenzó a recitar un hechizo. Montó con Toshishún en él, como si de un
caballo se tratara. Misteriosamente el palo subió rápidamente hacia el cielo,
como si fuera un dragón, y se dirigió hacia el monte Gabi, cruzando el limpio
cielo primaveral.
Toshishún, muerto de pánico,
miraba con miedo hacia abajo. Sólo
veía los montes verdes. Intentó
localizar la Puerta del Oeste, pero ya no se veía. Quizá estaba bajo la bruma. Entre tanto Tetsukanshi comenzó a cantar
una canción mientras sus cabellos blancos volaban por el viento.
Capítulo 4.
El bambú verde que
trasladaba a los dos descendió pronto al monte Gabi.
Era una peña con una
superficie plana y grande desde la que se observaban unos valles muy profundos. Parecía muy alta porque desde ella se
podía ver el destello de la Estrella Polar
tan grande como si se tratara de un cuenco mediano colgado en mitad del
cielo. El monte estaba deshabitado
desde antaño, completamente en silencio.
Escuchando atentamente se podía oír únicamente el sonido que producía un
pino retorcido que surgía del precipicio tras la roca, cuando era agitado por
el viento nocturno.
Tras llegar a este lugar,
Tetsukansi le ordenó a Toshishún que se sentara de espaldas al precipicio. Y le dijo:
-Me marcho ahora a ver a la Reina Madre
del Oeste(4). Permanece sentado
hasta que yo vuelva. En mi
ausencia, quizá se presenten unas almas perversas para tentarte. Pase lo que pase, no digas ni una
palabra. Si lo haces ya no podrás
ser un mago ermitaño. ¿Has
entendido?. Estáte callado, ni una palabra aunque devasten el mundo.
-No se preocupe. Jamás pronunciaré
una palabra. Aunque pierda mi vida,
no diré nada.
-Bueno, me tranquiliza escuchar
tus palabras. Me voy.
Tras despedirse se marchó en el
bambú. Instantáneamente se esfumó
en el cielo, sobre los agudos picos de la cordillera.
Toshishún permaneció sentado a solas sobre la peña
plana contemplando tranquilamente las estrellas. Transcurridas unas horas, cuando el frío
de la noche hacía que un viento helado traspasara sus ropas, de repente oyó una voz en el aire.
-¿Quién está ahí?, le increpó la
voz.
Pero Toshishún no contestaba, tal
y como le había indicado el anciano.
Después de una pausa, insistió la
misma voz:
-Si no me contestas, deberás
prepararte para morir- le amenazó gravemente.
Toshishún continuaba
callado.
Sin saber de dónde había salido,
un tigre con los ojos radiantes saltó repentinamente sobre la peña y aulló
mirándole. Al mismo tiempo,
mientras las ramas del pino se agitaban de forma espantosa, sobre la cabeza de
Toshishún bajaba una anaconda blanca gigante, acercándose cada vez más y
mostrando su ardiente lengua.
Sin embargo, Toshishún
seguía sentado tranquilamente, sin mover ni un pelo.
El tigre y la anaconda acechaban a su
única presa, buscando uno el descuido del otro para poder atacar sin
problemas. Pero de repente, los dos
saltaron al mismo tiempo con
intención de atacar. Su fiereza era
enorme y cuando parecía que Toshishún iba a morir, las dos fieras
desaparecieron como la niebla con el viento nocturno. Después sólo pudo oírse el sonido de las
ramas del pino. Toshishún sintió un
gran alivio, en espera de la siguiente provocación.
Cuando soplaba el viento, el
cielo se cubría con nubes negras como la tinta. Un relámpago violeta partió brutalmente
la oscuridad en dos y comenzó a sonar al mismo tiempo un trueno. Pero no fue sólo el trueno. También empezó a llover a cántaros, como si de
una catarata se tratara. Toshishún
continuaba tranquilamente sentado, sin temor ante este fenómeno natural. Había continuos relámpagos, ruidos del
viento y una intensa lluvia que parecía que iban a destruir el monte Gabi. De repente retumbó un gigantesco trueno tan potente que
hubiera dejado sordo a cualquiera.
Un rayo de fuego rojo salió de entre las nubes negras como si fuera a
caer sobre la cabeza de Toshishún.
Éste se agachó tapándose los
oídos y apoyó la cabeza sobre el suelo.
Pero cuando abrió de nuevo los ojos, el cielo estaba apacible como antes
y se veía brillar la Estrella Polar sobre las montañas. Esa horrible tormenta, al igual que la
anterior aparición del tigre y la anaconda, era una burla de las almas
perversas que aprovechaban la
ausencia del mago ermitaño.
Toshishún recobrada la calma, se sentó de nuevo en el suelo secándose el
sudor fruto de semejantes emociones.
Pero no acabaron ahí sus
pesares. Repentinamente apareció
frente a él un enorme general guerrero que medía unos 10 metros y llevaba una
armadura de oro. En la mano portaba
una lanza de tres hojas con la que apuntaba al pecho de Toshishún. Con voz amenazante y con unos ojos que
infundían terror, preguntó:
-¿Quién eres?. Este monte me pertenece desde hace
siglos, desde que se engendró el mundo.
No es posible que un humano haya llegado solo hasta aquí, a no ser que
tenga alguna virtud extraordinaria.
Dime quién eres ahora mismo, si quieres salvar la vida.
Pero Toshishún seguía
fielmente las instrucciones de su maestro.
-No quieres contestarme…, bueno,
haz lo que quieras. Pero si no me
respondes, mis soldados te matarán cortándote en mil pedazos.
En cuanto el general levantó la lanza al
cielo, partió la oscuridad en dos.
Sorprendentemente apareció un número incalculable de sus soldados, como
una nube que llenara el cielo por completo.
Cuando los vió, Toshishún
estuvo a punto de hablar pero recordó las palabras del mago ermitaño y
aguantó. El general estaba
terriblemente enojado al ver que Toshishún no se asustaba.
-Eres un terco. Si no me contestas ahora mismo, como te
dije, te mato.
Tan pronto como el general
gritó esta frase de un golpe mató a Toshishún. Y soltó una carcajada que resonó por
todo el valle tras lo cual, desapareció.
También se habían esfumado los soldados de su ejército, como en un
sueño.
El frío brillo de la
Estrella Polar comenzó a sentirse de nuevo sobre la peña del monte Gabi. El pino del precipicio también se movía
como antes. Pero Toshishún estaba
tumbado boca arriba y había dejado de respirar.
Capítulo 5.
El cuerpo de Toshishún
estaba tumbado boca arriba. Pero su
alma había salido silenciosamente y bajaba al infierno.
Entre este mundo y el
infierno había un camino que se llamaba el Camino del Agujero Oscuro, en donde
el cielo era tenebroso todo el año y soplaba un viento helado. Toshishún volaba como una hoja con este
viento helado. Finalmente llegó frente a un palacio espléndido, “El palacio del
Cosmos”, según se leía en un letrero.
Tan pronto como los diablos
que estaban junto al palacio vieron a Toshishún, lo cercaron y lo arrastraron
frente a la escalera. En la planta
de arriba había un rey que llevaba un kimono negro y una corona de oro. Con una mirada terrible escrutaba lo que
sucedía a su alrededor. Sin duda se
trataba del rey Emma.(5). Toshishún
estaba arrodillado, muerto de miedo porque no sabía qué le iba a pasar.
-Oye, ¿por qué estabas
sentado en el monte Gabi?.
La voz del rey Emma retumbó
como un trueno desde la planta de arriba.
Toshishún iba a contestar de inmediato pero al recordar las palabras del
mago “pase lo que pase no abras la boca”, se calló como un mudo bajando la
cabeza. Indignado por su actitud,
el rey Emma levantó un palo de hierro y se le pusieron los bigotes de punta.
-¿Dónde te crees que
estás?. Si me contestas enseguida
bien, si no, te mandaré inmediatamente a los castigos del infierno - gritó con
voz feroz.
Toshishún seguía sin
despegar los labios. Entonces, el rey se volvió hacia los demonios y con
fiereza les dio una orden. Éstos, a
su vez, le hicieron una reverencia y volaron llevándose a Toshishún a lo más alto del Palacio del Cosmos.
Cualquiera sabía como era el
infierno: el monte con las puntas de espada, el estanque de sangre…Pero
también el mar de hielo conocido
como el infierno de frío extremo y un valle de llamas denominado el
infierno de asar. Estos
infiernos están colocados debajo del cielo tenebroso. Los demonios fueron pasando a Toshishún
por cada uno de estos lugares, de uno en uno, de forma que unos punzones le
hirieron en el pecho, le quemaron la cara, le arrancaron la lengua, le
desgarraron la piel, fue golpeado con un martillo de hierro, se quemó en una
olla de aceite hirviendo, una serpiente venenosa le sorbió los sesos, un cóndor le sacó y
comió los ojos y, en definitiva, padeció innumerables sufrimientos. Pero, a
pesar de lo ocurrido, Toshishún seguía aguantando sin pronunciar palabra,
apretando fuertemente los dientes.
Esta actitud dejó atónitos a
los demonios, que volvieron a llevarlo ante la escalera donde aguardaba el rey
Emma, y le dijeron:
-Este criminal no tiene
intención de hablar ni una palabra.
El rey puso cara de asombro
y durante un largo rato quedó pensativo.
Después, ordenó a uno de los demonios:
-Trae inmediatamente a los
padres de este hombre que estarán en el camino de los animales.
El demonio voló empujado por
el viento del infierno y, como una estrella fugaz, enseguida regresó al Palacio
con una pareja de animales. Cuando
Toshishún vio a las fieras, se quedó estupefacto. Los dos animales eran unos caballos
famélicos con la cara de sus padres ya muertos y a quienes nunca había olvidado
porque los veía en sueños.
-Escucha, si no confiesas
ahora mismo por qué estabas en el monte Gabi, castigaré a tus padres.
A pesar de la amenaza,
continuó en silencio.
-Eres un indeseable, sin
piedad. Eres tan egoísta que
permitirás el sufrimiento de tus padres por no contestar.
La voz del Rey Emma sonó
atronadora, tanto que el palacio parecía desmoronarse.
-Dadles, demonios, hasta que
destrocéis sus carnes y sus huesos.
Los demonios contestaron a
coro sí, señor y blandiendo un látigo
de hierro, comenzaron a golpear sin piedad a los dos caballos. El látigo cortaba el aire con sus
chasquidos ryu, ryu y caía sobre los
caballos como una lluvia. Los
caballos, agonizantes, relinchaban con lágrimas ensangrentadas en los
ojos. Cualquiera hubiera desviado
la mirada ante una escena tan cruel.
-¡ Eh!, ¿Todavía no confiesas?.
El Rey ordenó que cesaran
los golpes y preguntó a Toshishún de nuevo. Los dos caballos estaban tirados frente
a la escalera, con la piel y los huesos destrozados, tan agotados que apenas
podían respirar.
Toshishún recordaba una y
otra vez al mago ermitaño y aguantaba sin hablar con los ojos cerrados. En ese momento se oyó una voz mortecina
que con dificultad dijo:
-No te preocupes por
nosotros. Nos alegrará que seas
feliz, aunque muramos. Diga lo que
diga el rey, si no quieres, no hables.
La voz era la de su
madre. De repente Toshishún abrió
los ojos y vio una yegua agonizante en el suelo que le miraba con
tristeza. La madre no mostraba el
menor rencor hacia su hijo cuyo silencio había sido la causa de su martirio. Es
más, a pesar del sufrimiento, apoyaba su decisión. ¡Qué amor incondicional! ¡Qué actitud
tan valerosa!. Su postura nada tenía que ver con la gente que lo adulaba cuando
tenía dinero y que ni tan siquiera lo miraba en los momentos difíciles. Toshishún se olvidó de las palabras del
mago ermitaño, corrió hacia su madre, abrazó el cuello de la yegua moribunda y
entre lágrimas exclamó ¡Mamá! .
Capítulo 6.
Al darse cuenta de que
había pronunciado una palabra, Toshishún se encontró de nuevo bajo la Puerta
del Oeste donde recibía la luz del ocaso y contemplaba el cielo brumoso, la
luna creciente blanca y la muchedumbre que no cesaba. Todo era como antes de ir al monte Gabi.
-Ya te habrás dado cuenta de
que pese a ser mi discípulo, no has podido convertirte en un mago ermitaño.
Era al anciano tuerto, sonriendo.
-No fue posible. Pero me
alegro de no haberlo conseguido.
Toshishún que todavía tenía
lágrimas en los ojos, agarró las manos del anciano.
-Me da igual no haber podido
convertirme en un mago ermitaño porque era imposible aguantar los sufrimientos
de mis padres. No podía estar
callado por más tiempo.
-Si hubieras seguido callado…
El Tetsukanshi miró
fijamente a los ojos de Toshishún y con solemnidad siguió hablando:
-Si hubieras continuado
callado inmediatamente habrías perdido la vida. Ya no quieres ser un mago ermitaño y has
perdido la ilusión también por ser un millonario. ¿A qué vas a dedicarte entonces?.
-A lo que sea. Pero sea lo que sea viviré honestamente,
como un ser humano con principios.
La voz de Toshishún
sonaba más clara que nunca.
-No te olvides de lo que me
has dicho. A partir de hoy, ya no
te veré nunca.
Había comenzado a caminar
antes de concluir sus palabras, pero de repente se detuvo y volvió la mirada
hacia Toshishún.
-¡Ah!… Por fortuna acabo de
recordar que tengo una casa en la ladera sur del monte Tai. Te la regalo con sus huertas. Vete a verla cuanto antes y vive allí. Estos días habrán florecido los
melocotoneros de alrededor de la casa.
Alegremente, esto fue lo
último que le dijo.
FIN.
(1). Tang (618-906) es la actual
República Popular China donde se desarrolla el cuento.
(2).Personaje real. El sexto emperador
de Tang nació en 685. Su reinado
abarcó desde 712 hasta 756.
(3) Koto en japonés.
(4) La reina madre del Oeste. Diosa de la mitología
china. Se dice que los que terminaban sus prácticas de mago ermitaño, iban a
verla para recibir la licencia.
(5) El rey Emma. Es un rey del infierno. Se dice que juzga a los muertos que van
al infierno por lo que hicieron en el mundo de los vivos. En lenguaje coloquial, si un niño
miente, por ejemplo, se le dice que el rey Emma le sacará la lengua cuando vaya
al infierno.
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